En días
anteriores fui a ver una película muy recomendada, Timbuktu, esta hace parte de
un género de cine menos comercial que el habitual en nuestras carteleras, sin
escenas de acción o sexo, sin efectos especiales que hagan sentir al espectador
una realidad aumentada. Esta película narra la vida en una ciudad muy antigua
del África occidental, en la República de Malí, que tiene mucha historia y una
gran cultura. Esta película no narra nada fantástico, es la vida real que nos
acerca a las costumbres y a las culturas que no conocemos, porque no estamos
expuestos a ella, esto porque los medios occidentales americanos y europeos la
menosprecian por ser bárbara y lo peor, la consideran poco comercial. Además no
sigue una clara narrativa de inicio, nudo y desenlace que puede desconcertar a
ciertos espectadores poco acostumbrados a películas que no siguen este esquema.
Algo
llamó poderosamente mi atención y fue la presencia en el teatro de grupo de
adolescentes cuyas edades supongo fluctuaban entre los 15 y 16 años, estos
llegaron con el habitual barullo de su edad, pero poco común a la entrada de
películas como la estaban proyectando. Hicieron ruido, hablaron fuerte y rieron
en momentos de la película que eran inoportunos. La pregunta generalizada era:
¿qué hacía ese grupo allí? Era un grupo más dispuesto a ver Rápido y Furioso
que Timbuktu.
La
respuesta llegó cuando salieron del teatro, aunque algunos de sus compañeros se
habían adelantado (esto era una pista), y es que al parecer del colegio donde
asisten, les pusieron como tarea escolar ver la película y supongo que deben
entregar una reseña o un ensayo sobre ella.
Surgió la
pregunta ¿es necesario imponer actividades culturales como un deber escolar? o
tal vez ¿no sería mejor crear un ambiente en que el estudiante se entusiasme
por estas actividades y no sea necesario imponerlo?
Como
mucho en la vida la respuesta es recurrir a un punto medio, la imposición
excesiva de material cultural, artístico o científico puede generar el
desprecio que produce la obligación y que impedirá la apreciación completa de
algo que puede cambiar una mente joven para descubrir poco a poco vocaciones y
habilidades provechosas para ellos. Pero dejar al gusto del niño, adolescente o
al adulto estudiante el material a discutir y esperar a que el entusiasmo
aparezca de la nada, sin requerir al menos un empujón, sería ingenuo.
Muchos de
los descubrimientos que hicimos en la escuela y que más han cambiado mi vida
han venido de materias y actividades que no eran muy populares entre la
generalidad de estudiantes. Esto es exponer así sea de manera obligatoria a
contenidos culturales que de otra manera no la hubiese visto. Así que apoyemos
al profesor que por una vez hizo que sus estudiantes fueran a cine a ver una
película a la que probablemente nunca le hubieran pagado una boleta, pero los
expuso a una cultura distinta y modo de vida que de otra manera nunca
conocerían.
JUAN GONZALO GÓMEZ LOPERA
@juangonzalo01