Sin
saber de filosofía lo que me gustaría, de Wittgenstein leí que de
lo que no se sabe no se habla y creo que esa frase entraña uno de los
principales problemas de nuestra sociedad. Hay mucho pretencioso y mucho inconsciente que cree saber mucho de cualquier tema, pontifica y da cátedra porque lee una gráfica o frase, que ahora es llamado meme, tan popular en las redes sociales o si mucho revisa un artículo que trate someramente sobre temas que tienen una gran complejidad. Yo, como médico constantemente me enfrento a pacientes, conocidos e incluso familiares que al parecer imaginan qué su búsqueda en Google es equivalente a mis años de estudio, durante los cuáles he recibido un entrenamiento extenso en el diagnóstico y tratamiento de las enfermedades. Imagino que esa misma situación les ocurre a muchos profesionales que tienen que luchar contra estos sabelotodos superficiales que le quieren enseñar a construir a un ingeniero o de pedagogía a un docente.
La adquisición del conocimiento es mucho más compleja de lo que la mayor parte de la gente ha venido acostumbrada a enfrentar. Los grandes temas del conocimiento como la ciencia, las humanidades, el arte y la tecnología exigen años de arduo estudio y práctica antes de considerarse un experto. Tratar estos temas por parte de ignorantes y legos que no tienen toda la preparación necesaria evidentemente terminará en errores y malentendidos que entorpecerán procesos y dañaran las relaciones entre las personas. Los datos imprecisos y sin la correcta aplicación de contexto ha causado malos entendidos mayúsculos, el ejemplo más patético son las redes sociales en las que se difunden sin ningún control afirmaciones sin ningún tipo de sustento e incluso con la clara intención de confundir, con las que muchas personas se influencian.
Pero ¿de dónde proviene esta banalidad? En parte la culpa la tiene el sistema educativo, que se ha dedicado a llenarle de datos la cabeza a los estudiantes, a bajar los estándares de calidad para aumentar el número de titulados en educación y a espantar a los buenos profesionales de las áreas docentes con pagos y tratos inadecuados con su grado de formación. Se ha premiado la educación de asistencia, ya el mero hecho de asistir casi que te garantiza un título y la educación en exceso de memoria, sin dedicarse a la reflexión y al análisis de los tópicos de educación. Yo estaría dispuesto a sacrificar la cantidad de contenidos y aumentar el número de horas dedicadas al razonamiento.
La otra explicación de la banalidad está en los medios de comunicación y de producción que promueven la vida fácil, los gustos inmediatos y competencia por los bienes materiales. El esfuerzo académico es visto como un desgaste innecesario, además que será mal retribuido, el buen juicio y el raciocinio se han visto desplazados por la astucia y la intrepidez temeraria. La facilidad de los accesos a la información, hacen que el esfuerzo de encontrar una fuente verídica no sea lo usual, además el promover los textos cortos hace que se pierda la profundidad y se tomen decisiones basados en muy poca información.
Ahora estamos viendo las consecuencias de esta disminución de capacidad de análisis, en las que se toman decisiones poco racionales que impactan globalmente como el llamado Brexit o la elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos. A largo plazo veremos si estas decisiones fueron correctas, pero todo hace pensar que el futuro es más oscuro. Espero esto sea a semejanza de la Edad Media seguida de un Renacimiento.
Juan Gonzalo Gómez Lopera
@juangonzalo01