viernes, 9 de julio de 2021

LA AUTORIDAD Y LA REBELDÍA

¿De dónde proviene la autoridad? ¿por qué aceptamos que alguien nos diga que hacer y que se nos castigue si no cumplimos las normas que se nos dictan? Si consideramos los gobiernos democráticos que creemos tener, esa autoridad proviene de la voluntad popular resumida en las constituciones de cada país.

Antes esa autoridad provenía de un líder o monarca que había sido elegido por dios, pero que usualmente provenía de ser el vencedor de muchas batallas y se había impuesto sobre las otras facciones en guerra, heredando ese poder a su familia hasta que era derrocado por otro poder. Lo de la elección divina era necesario decirlo para poder tener de su lado al clero y a la parte religiosa del pueblo que generaba una tremenda adhesión a esa autoridad usando los miedos relacionados con la muerte y el destino de las almas después de esta.

Posteriormente, han venido apareciendo modalidades más seculares de autoridad sin tanta intervención de lo religioso. Inicialmente, sobre el individuo pesa la autoridad de los padres en su primer entorno social que casi siempre es la familia, luego los docentes cuando ingresan a la escuela y en sus jefes en los trabajos. Esto lo relata Hegel en la dialéctica del amo y el esclavo y Foucault en las descripciones de las relaciones de poder. Muy pocos privilegiados, es más, casi ninguno vive sin autoridad que se les imponga o al menos viven bajo una autoridad pero que por ciertos recursos y relaciones pueden que las consecuencias de vivir fuera de esa autoridad no les afecten.

La autoridad es ejercida por humanos, por lo tanto, las fallas de esta son humanas, no hay una autoridad infalible, ya que el ejercicio de esta tiene la falibilidad de los humanos y en los múltiples cambios que se pueden presentar en la naturaleza, y que no podemos controlar, haciendo que lo que era válido en algún momento ya no lo sea. La autoridad es proclive a equivocarse, por lo que no puede ser incuestionable, debe tener controles externos para evitar injusticias. Quien ejerza la autoridad no puede ser de forma vitalicia, debe haber alternancia en quien ejerce la autoridad, porque la autoridad y el poder cuando es ejercido por tiempos prolongados o indefinidos puede derivar fácilmente en tiranías.

 


Se puede decir que aceptamos la autoridad porque estamos de acuerdo con las normas, pero entonces no hay autoridad, porque no hay coerción, para definir la autoridad esta debe estar en la capacidad de obligar a seguir una conducta, aunque esté en desacuerdo con mi voluntad y deseo y debe evitar que hagamos lo que haríamos si esta autoridad no existiera. La autoridad debe obligarte a hacer lo que no quieres. Por lo que debe entregarse la voluntad individual al deseo de la autoridad. Debe haber una entrega voluntaria o un poder de parte de la autoridad tan grande que impida cualquier resistencia ante la posibilidad de un gran castigo o una pérdida grave.

La desobediencia a la autoridad yo la clasificaría en rebeldía y en delincuencia. Los rebeldes han construido el mundo, a veces el no seguir las normas de la autoridad, ha permitido que se logren progresos y que se impidan injusticias, como los que lucharon por los derechos humanos, los que lucharon contra la esclavitud o los que luchan por mejores condiciones de vida para todos.

Los delincuentes son quienes violan las normas y no siguen la autoridad por sus beneficios personales sin importar esto como afecte a los demás, precisamente porque hay personas que con sus deseos egoístas quieren todo para sí, se generan conflictos y estos pueden derivas en guerras y las guerras, en muertes y en pérdidas para la sociedad. Acá la autoridad cumple su verdadera función.

Hay quienes a partir de sus recursos e influencias tratan de torcer esas normas para sí mismos, hay grupos de personas con un pensamiento egoísta prefieren mantener los beneficios que les da esa autoridad injusta con los demás, pero que es útil para ellos. Por lo que como dije al principio estas deben ser controladas, las normas constantemente revisadas y persistencia del bien común sobre el individual sin afectar los derechos inalienables del individuo.

Cuando existe la autoridad se espera que cubra igualmente a todos con quienes me pueda relacionar, para que esa autoridad me proteja de voluntades contrarias de mis vecinos o de quienes por tener más recursos o características distintivas se crean con más derechos que los que yo tengo.

Puede justificarse la rebelión a esa autoridad cuando esta no es igual para todos, que sea arbitraria o selectiva en su aplicación, acudir a los medios de control de autoridad o en su caso una resistencia a la aplicación de las normas.

En la búsqueda de seguridad, muchas personas prefieren aceptar la autoridad así esta sea injusta por miedo a las represalias o las pérdidas de sus bienes o del ambiente que conocen, que teme a los conflictos y las discrepancias. Esta es la base pensamiento conservador: “dejemos las cosas así, que tal que cambien para mal”. Prefieren ser sometidos a una autoridad injusta, a que esta sea cuestionada. Ven a la libertad como una enemiga de la seguridad.

Además, no solo existe la autoridad que nos ejerce coerción legal o física como las fuerzas policiales, los estados y las leyes. Como describe Foucault en Vigilar y Castigar, existen las autoridades invisibles tan poderosas como las religiones o las ideologías, que usan las amenazas del castigo eterno y del castigo en esta propia vida, las marginaciones sociales de grupos como la familia, la escuelas, el trabajo o las comunidades de vecinos.

Hay una nueva modalidad de control, y son los llamados influenciadores, personas que a través de los medios de comunicación influencian las conductas de los individuos e imponen conductas a quienes permiten que se les influya. La clave se encuentra en que nosotros permitimos que muchas de esas influencias modifiquen nuestras conductas.

Byung-Chul Han en sus libros como La Sociedad del Cansancio nos muestra como como nosotros mismos nos imponemos metas, conductas y logros y por tanto si no los cumplimos nosotros mismos somo nuestros propios jueces y nuestros más severos calificadores. Así también se controla la conducta.

Es frecuente que las mentes inferiores exijan a los demás pensar y actuar de un modo uniforme y de acuerdo con sus creencias o si no piden a las autoridades que actúen contra esos que quieren cuestionar y cambiar todo en lo que creo.

Les causa ansiedad que otro piense y actúe diferente a nosotros, los perciben como enemigos que deben ser eliminados, no comprenden que todos los seres humanos somos muy variables, tenemos genes y ambientes que han condicionado nuestro modo de ser y de vivir. Conforme a esto podemos cambiar, pero vamos logrando un núcleo de respuestas predecibles que van determinando nuestra personalidad. Podemos cambiar de opinión según nuestras experiencias y las emociones que produzcan y en menor grado con los hechos que establecemos y los razonamientos que hacemos.

Un gran problema que existe en quienes aceptan las autoridades sin cuestionarlas es que son intolerantes y deshumanizan y por tanto despojan de derechos moralmente a quienes no piensan como ellos, confunden las discrepancias de opiniones con maldad o inmoralidad, también existe el reverso en quienes ven en la autoridad siempre a un enemigo y a todo el que la siga como un traidor. Al despojarlos de ese carácter humano les permite hacer todo lo que consideren necesario para acabar con ellos.

Quienes piensan así, usan la autoridad como una herramienta ideológica de manera que pueden afectar las conductas y pensamiento de las sociedades para su beneficio.

La autoridad debe ejercerse con la consideración de que todos somos iguales ante la ley, que es falible por lo tanto cuestionarla no es un error y sus normas deben ser dirigidas a evitar abusos de una persona a otra, de una entidad a otra y que evite el mayor daño social sin pasar por encima de los derechos del individuo.

Aun así, nuestra primera autoridad debe venir de nuestro propio razonamiento, del control de nuestra conducta y no debe entregarse voluntariamente de forma incuestionable nuestro actuar las autoridades sean policivas o impuestas por la sociedad. Debemos estar alertas a las intenciones de modificación de nuestras conductas para determinar si estas son justas o no, y si podemos resistir o aceptarlas.

Juan Gonzalo Gómez Lopera

Twitter: @juangonzalo01